Hablando con los que ya no están

Actualidad octubre 13, 2016

En el primer episodio de la segunda temporada de la fantástica serie británica de cienci-ficción especulativa Black Mirror, titulado “Be right back” (IMDb, Wikipedia), emitido por primera vez en febrero de 2013, una mujer destrozada por la muerte en un accidente de tráfico de su pareja, contrata un servicio que le ofrece “reconstruir” la personalidad del fallecido a partir del registro de su actividad en las redes sociales, en las que este era muy activo.

El episodio continúa con otra serie de avatares que no voy a avanzar para no spoilear a quien no lo haya visto (si te gustan los contenidos de esta página y aún no has visto Black Mirror, te recomiendo vivamente que te pongas a verla), pero lo verdaderamente interesante es el paralelismo entre el capítulo de la serie y un artículo largo de ayer en The Verge, titulado “Speak, memory“, que cuenta cómo Eugenia Kuyda, co-fundadora de la startup de inteligencia artificial Luka especializada en el desarrollo de chatbots, tomó la decisión de “reconstruir” a su amigo Roman Mazurenko, fallecido en un atropello, a partir del enorme historial de conversaciones de mensajería instantánea que tenía con él.

El paralelismo con la serie británica no solo aparece en el artículo, sino que también sirvió de inspiración a una Eugenia que trataba de hacer un homenaje a su amigo que fuese un poco más allá del simple libro de fotografías o página web testimonial. La lectura del artículo permite entender reacciones – positivas y negativas – de amigos o familiares de Roman, cómo las respuestas del bot reflejan realmente la personalidad y la forma de hablar del fallecido, y hasta qué punto poder “conversar” con una inteligencia artificial que construye respuestas basada en las conversaciones que tuviste con una persona fallecida puede ayudar o interactuar con las sensaciones que genera el proceso de duelo, de las sensaciones tristes que puede generar el recordarla. De las personas a las que he perdido a lo largo de mi vida, se me ocurre alguna con la que realmente me habría encantado disponer de una herramienta así – y pongo la mano en el fuego porque a él también le habría gustado esa idea.

Una de esos momento en tecnología que evocan preguntas de todo tipo: ¿cómo evoluciona una inteligencia artificial basada en las características de una persona a medida que es alimentada con sucesivas conversaciones? ¿Qué ocurre cuando las inteligencias artificiales ya no se limitan a repetir respuestas en función de situaciones pre-programadas, sino que son capaces de construir y elaborar en función de rasgos de todo tipo? La idea de mantener conversaciones con una persona fallecida cuya personalidad podemos reconstruir a partir de las interacciones que almacenamos con ella puede ser relativamente anecdótica – o no, según para quién – y puede someternos, sin duda, a reflexiones de todo tipo, pero lo realmente práctico es utilizar la anécdota para entender que los chatbots basados en inteligencia artificial no se limitan a ejecutar comandos y a lanzar respuestas predeterminadas, sino que son capaces de añadir mucho más valor, o incluso de transmitir valores. ¿Cómo de realmente inteligente puede llegar a ser un bot? La respuesta, muy posiblemente, pueda sorprenderte.

El progreso en torno a los chatbots está siendo rapidísimo: la creación de lenguajes y plataformas, la aparición de bot stores en Telegram, Kik, Facebook Messenger, Microsoft, Skype, Slack y hasta algunos wikis y agregadores, o la actividad febril en torno al tema empiezan a presagiar el desarrollo de una auténtica economía bot, en la que veremos implicarse a prácticamente todas las compañías. Cuando un chatbot ya no solo es capaz de contestar preguntas predeterminadas tomándolas de un listado de FAQs, sino que pasa a desarrollar una inteligencia que se va realimentando y que le permite reaccionar a cada vez más situaciones, no solo podemos pensar el él como servicio al cliente o como forma de ofrecer directamente determinados servicios, podemos pensar en posibilidades mucho más ambiciosas.

Fuente: www.enriquedans.com

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